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jueves, 6 de abril de 2017

Mi querido Suegro por Zadí Desmé



Mi querido Suegro
Por Zadí Desmé
www.zadi.webnode.cl
Estoy nervioso, es el segundo whisky que me tomo en el bar del hotel O’Higgins, el barman se da cuenta de mi preocupación y me sirve el tercero.
Cortesía de la casa me dice.
Veo mi reloj y son las 7:30 de la tarde y mi suegro aún no llega con mi madre, mi matrimonio es a las 8:00. Los viernes en la ciudad jardín el tráfico es una complicación para la gente que se traslada dentro de Viña del Mar.
Mi suegro  muy gentilmente alojó a mi madre que venía de Santiago.
Dios mío el reloj marcaba las 7:45, yo ya no podía más.
La cuenta por favor me la entrega. Pago y salgo a la entrada del hotel.
No podía entender el retraso, definitivamente tenía que haber pasado algo. El chofer del auto que tenía contratado para que me lleve a la iglesia me ve preocupado.
 Señor estamos tarde me dice.
En eso,  una micro de las que hacen el recorrido desde Valparaíso a Viña,  se detiene en la esquina del hotel, veo bajar a mi madre con su vestido de fiesta esplendoroso, digno de una madrina de boda,  y a mi suegro con su smoking.
  ¿Qué les pasó? ¿Por qué han venido en  micro? pregunto anonadado
  Es que había un taco impresionante responde mi suegro él pensó, que era mejor bajarse del taxi en que venían y tomar la micro que iba al costado, ya que esta vía avanzaba más rápido. Le hizo señas al chofer y este paró. Tomó a mi mamá por el brazo y subieron, el chofer de la micro lo miraba incrédulo, así que le explicó el problema”.
 ¡Mi hija se va a casar y estamos tarde! el buen hombre acomodó el respaldo y me dijo: siéntense y le puso pie al acelerador, tocaba la bocina como si fuera un vehículo oficial, comenzó a sobrepasar a todos los autos por la antigua calle Viana. Los pasajeros preocupados miraban sus relojes, unos decían “no van a llegar” otros apuraban al concentrado chofer, no sé cómo, pero llegamos, la gente comenzó a aplaudir cuando bajamos”...
Mi pobre madre me miraba y se reía, nunca se imaginó aquella aventura. El portero del hotel que chismosamente escuchaba se reía. Esto sólo se le podía haber ocurrido a mi suegro.
Rápidamente se subió a la espléndida y llamativa limusina que lo estaba esperando para ir a buscar a la novia, que estaba en otro hotel; mi madre y yo subimos al otro auto que tenía contratado. Partimos para la iglesia, lo bueno era que esta estaba ubicada a solo 5 cuadras, que me parecieron larguísimas.
Llegamos faltando 5 minutos para las 8, todos los invitados estaban en la puerta de la parroquia Virgen del Carmen. Nos pusimos en la puerta y comenzamos a saludar a todos los familiares y amigos.
En eso mi cuñado se me acerca y me pide ir a un lado
 No ha llegado el curita, ¿qué hacemos?
Sin pensar más me dirijo a la sacristía, efectivamente no había ningún religioso, eso me pasaba por haber pedido a un cura amigo que nos casara, venía desde otra ciudad.
 Con el taco que hay debe estar atrasado me dice un auxiliar de la parroquia que sabía del problema.
Me avisan que la novia ya llegó y que se va a dar una vuelta mas en el auto mientras  llega el curita.
Y ahora ¿qué hacía?, no podíamos hacer aparecer a un cura de la nada para que nos case. Felizmente mis nervios estaban bien templados con los tres escoses que me había tomado.
Cuñado el cura llamó y está en un taco por Reñaca, dice que ya llega ni modo había que esperar.
Miro a mi madre y ella riendo contaba su hazaña de cómo había llegado al hotel a buscarme. Yo también me rio nerviosamente.
Mi suegro era todo un personaje, un hombre alegre con una forma muy peculiar de ver la vida, sin complicaciones pero a su vez metódico y preocupado por los suyos. Ahora su única hija mujer se casaba, me parecía mentira como había pasado el tiempo desde aquel día que pedí su mano.
 Llamó el padre y está a 5 minutos me dice mi futura suegra, que estaba en contacto con Ricardo, el padre.
Se me acerca el tío Frank y me dice, tu futuro suegro nunca va a cambiar. En ese momento me acorde de las historias que contaban cuando mis suegros se casaron.
Mi suegra vivía en Rio Colorado camino al paso de Los Libertadores. Se Iban a casar en la capilla del pueblo. Mi suegro venía de Valparaíso, con toda la familia del puerto que lo traían como chaleco de mono, ya que venía festejando el evento desde hacía una semana, y no le habían dado tregua al novio para que se reponga.
En ese tiempo existía el ferrocarril de pasajeros que iba de Los Andes a Argentina y pasaba por Río Colorado, la cosa es que mi suegro decidió tomar el tren en el día de su boda, estaba tan, pero tan contento, o curado como dice mi suegra, que invitó a todos los pasajeros a su boda, incluyendo al maquinista. Así es que al llegar a Los Andes, todos bajaron y llegaron a la capilla que estaba al costado de la vía del tren. Fue tanto el alboroto que la gente no cabía en la iglesia, el número de invitados se había cuadruplicado.
El Tata, papá de mi suegra, estaba impresionado por la cantidad de amistades que tenía su yerno, cuando la realidad era otra. Al final de la ceremonia todos los pasajeros del tren querían sacarse fotos con el novio y la novia. Dicen que las tías y todos los familiares de Río Colorado en general tuvieron que correr a buscar más vino y matar más gallinas para atender a tan incalculable concurrencia. Dicen que la banda tocaba sin cesar, la gente estaba contentísima. Ninguno de los parientes de la novia entendía de donde venía el parentesco del novio con argentinos, en esa época muchos mendocinos toman el tren para ir a vacacionar a Viña del Mar.
Cuentan que algunos pasajeros se quedaron y perdieron el tren, porque la fiesta estaba muy buena; hasta el día de hoy cuando miramos las fotos del baúl de los recuerdos, mi señora le pregunta a su mamá y quién es éste señor o ésta señora que aparecen en las fotos de su matrimonio, ella le responde  ¡la gente que invitó el curado de tu papá que iba en el tren!
 Llegó el padre  me avisan.
Mi madre, mi suegra y yo tomamos nuestros lugares en el altar, alcanzo a ver al cura me mira, alcanzo a escuchar: “el taco”  por el trafico
La futura esposa estaba entrando por la puerta de la iglesia al mismo tiempo que el coro inicia su canto.
Estaba hermosa, era una princesa acompañada de su hidalgo padre, quien con el tiempo se convertiría en mi mejor amigo y el abuelo adorado de mis hijos.
Esta vez no habrá invitados del tren a mi fiesta, sólo la familia y los amigos, disfrutando y compartiendo conmigo y mi amada esposa éste momento tan especial, riéndonos de los contrastes de la vida, en un lujoso salón del casino de la ciudad.
Mi suegro levanta una copa de champagne haciendo un salud con el Tata, se ríen, la gente los mira con alegría, pero no saben por qué se ríen. Yo estoy seguro y sin equivocarme que se acordaron de la singular boda en Río Colorado.


Dedicado con mucho amor al Tata Oscar y al Tata Raúl

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