Mi querido Suegro
Estoy
nervioso, es el segundo whisky que me tomo en el bar del hotel O’Higgins, el
barman se da cuenta de mi preocupación y me sirve el tercero.
─Cortesía
de la casa─ me
dice.
Veo mi reloj y son las 7:30 de la tarde y mi suegro aún no
llega con mi madre, mi matrimonio es a las 8:00. Los viernes en la ciudad
jardín el tráfico es una complicación para la gente que se traslada dentro de
Viña del Mar.
Mi suegro muy
gentilmente alojó a mi madre que venía de Santiago.
Dios mío el reloj marcaba las 7:45, yo ya no podía más.
─La
cuenta por favor ─ me la entrega. Pago y salgo a la entrada del
hotel.
No podía entender el retraso, definitivamente tenía que
haber pasado algo. El chofer del auto que tenía contratado para que me lleve a
la iglesia me ve preocupado.
─Señor estamos tarde─ me dice.
En eso, una micro de
las que hacen el recorrido desde Valparaíso a Viña, se detiene en la esquina del hotel, veo bajar a mi
madre con su vestido de fiesta esplendoroso, digno de una madrina de boda, y a mi suegro con su smoking.
─ ¿Qué les pasó? ¿Por qué
han venido en micro? ─pregunto anonadado
─ Es que había un taco
impresionante ─
responde mi suegro─ él
pensó, que era mejor bajarse del taxi en que venían y tomar la micro que iba al
costado, ya que esta vía avanzaba más rápido. Le hizo señas al chofer y este
paró. Tomó a mi mamá por el brazo y subieron, el chofer de la micro lo miraba
incrédulo, así que le explicó el problema”.
─ “¡Mi hija se va a casar y
estamos tarde!─ el
buen hombre acomodó el respaldo y me dijo: ─siéntense─ y le puso pie al
acelerador, tocaba la bocina como si fuera un vehículo oficial, comenzó a
sobrepasar a todos los autos por la antigua calle Viana. Los pasajeros
preocupados miraban sus relojes, unos decían “no van a llegar” otros apuraban
al concentrado chofer, no sé cómo, pero llegamos, la gente comenzó a aplaudir
cuando bajamos”...
Mi pobre madre me miraba y se reía, nunca se imaginó
aquella aventura. El portero del hotel que chismosamente escuchaba se reía.
Esto sólo se le podía haber ocurrido a mi suegro.
Rápidamente se subió a la espléndida y llamativa limusina
que lo estaba esperando para ir a buscar a la novia, que estaba en otro hotel;
mi madre y yo subimos al otro auto que tenía contratado. Partimos para la
iglesia, lo bueno era que esta estaba ubicada a solo 5 cuadras, que me
parecieron larguísimas.
Llegamos faltando 5 minutos para las 8, todos los invitados
estaban en la puerta de la parroquia Virgen del Carmen. Nos pusimos en la
puerta y comenzamos a saludar a todos los familiares y amigos.
En eso mi cuñado se me acerca y me pide ir a un lado
─No ha llegado el
curita, ¿qué hacemos?
Sin pensar más me dirijo a la sacristía, efectivamente no
había ningún religioso, eso me pasaba por haber pedido a un cura amigo que nos
casara, venía desde otra ciudad.
─Con el taco que hay debe estar
atrasado─ me
dice un auxiliar de la parroquia que sabía del problema.
Me avisan que la novia ya llegó y que se va a dar una
vuelta mas en el auto mientras llega el
curita.
Y ahora ¿qué hacía?, no podíamos hacer aparecer a un cura
de la nada para que nos case. Felizmente mis nervios estaban bien templados con
los tres escoses que me había tomado.
─Cuñado
el cura llamó y está en un taco por Reñaca, dice que ya llega─ ni modo había que esperar.
Miro a mi madre y ella riendo contaba su hazaña de cómo
había llegado al hotel a buscarme. Yo también me rio nerviosamente.
Mi suegro era todo un personaje, un hombre alegre con una
forma muy peculiar de ver la vida, sin complicaciones pero a su vez metódico y
preocupado por los suyos. Ahora su única hija mujer se casaba, me parecía
mentira como había pasado el tiempo desde aquel día que pedí su mano.
─Llamó el padre y está a
5 minutos─ me
dice mi futura suegra, que estaba en contacto con Ricardo, el padre.
Se me acerca el tío Frank y me dice, tu futuro suegro nunca
va a cambiar. En ese momento me acorde de las historias que contaban cuando mis
suegros se casaron.
Mi suegra vivía en Rio Colorado camino al paso de Los
Libertadores. Se Iban a casar en la capilla del pueblo. Mi suegro venía de
Valparaíso, con toda la familia del puerto que lo traían como chaleco de mono,
ya que venía festejando el evento desde hacía una semana, y no le habían dado
tregua al novio para que se reponga.
En ese tiempo existía el ferrocarril de pasajeros que iba
de Los Andes a Argentina y pasaba por Río Colorado, la cosa es que mi suegro
decidió tomar el tren en el día de su boda, estaba tan, pero tan contento, o
curado como dice mi suegra, que invitó a todos los pasajeros a su boda,
incluyendo al maquinista. Así es que al llegar a Los Andes, todos bajaron y
llegaron a la capilla que estaba al costado de la vía del tren. Fue tanto el alboroto
que la gente no cabía en la iglesia, el número de invitados se había
cuadruplicado.
El Tata, papá de mi suegra, estaba impresionado por la
cantidad de amistades que tenía su yerno, cuando la realidad era otra. Al final
de la ceremonia todos los pasajeros del tren querían sacarse fotos con el novio
y la novia. Dicen que las tías y todos los familiares de Río Colorado en
general tuvieron que correr a buscar más vino y matar más gallinas para atender
a tan incalculable concurrencia. Dicen que la banda tocaba sin cesar, la gente
estaba contentísima. Ninguno de los parientes de la novia entendía de donde
venía el parentesco del novio con argentinos, en esa época muchos mendocinos
toman el tren para ir a vacacionar a Viña del Mar.
Cuentan que algunos pasajeros se quedaron y perdieron el
tren, porque la fiesta estaba muy buena; hasta el día de hoy cuando miramos las
fotos del baúl de los recuerdos, mi señora le pregunta a su mamá y quién es
éste señor o ésta señora que aparecen en las fotos de su matrimonio, ella le
responde ¡la gente que invitó el
curado de tu papá que iba en el tren!
─Llegó el padre─ me avisan.
Mi madre, mi suegra y yo tomamos nuestros lugares en el
altar, alcanzo a ver al cura me mira, alcanzo a escuchar: ─ “el taco” ─por el trafico
La futura esposa estaba entrando por la puerta de la
iglesia al mismo tiempo que el coro inicia su canto.
Estaba hermosa, era una princesa acompañada de su hidalgo
padre, quien con el tiempo se convertiría en mi mejor amigo y el abuelo adorado
de mis hijos.
Esta vez no habrá invitados del tren a mi fiesta, sólo la
familia y los amigos, disfrutando y compartiendo conmigo y mi amada esposa éste
momento tan especial, riéndonos de los contrastes de la vida, en un lujoso
salón del casino de la ciudad.
Mi suegro levanta una copa de champagne haciendo un salud
con el Tata, se ríen, la gente los mira con alegría, pero no saben por qué se
ríen. Yo estoy seguro y sin equivocarme que se acordaron de la singular boda en
Río Colorado.
Dedicado con mucho amor al Tata Oscar y al Tata Raúl
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